Las chicas de pueblo no somos pueblerinas. Nunca me gustó ese término. Suena mal, pues siempre se usa en tono despectivo, y, lejos de eso, las chicas de pueblo somos mucho más civilizadas que muchas otras que se consideran "urbanitas".
Envidio, en el buen sentido de la palabra, muchas cosas de las chicas de las grandes ciudades, pero mi tierra no la cambio por nada. En ella nací, crecí y (Dios me oiga y la economía me lo permita) espero morir. Aquí tengo una identidad. La gente me conoce por mi nombre, sabe de mis raíces y por ellas me trata. No soy ni un número, ni una sombra más en una larga lista de espera. Me siento más persona, y a mis vecinos los siento más cercanos, casi familiares.
No por ello soy una "pailana" que no entiende de arquitectura, ni de museos, ni de galerías de arte ni exposiciones. No soy una idiota que no sale de casa y no conoce el mundo que la rodea. Sé qué es una rotonda y una estación de tren (jajajajaja, se me acaba de ocurrir). Sé moverme en metro en cualquier ciudad del mundo (os lo aseguro), en aeropuertos (he estado en los más grandes del mundo y no me he perdido, incluso mi suegra no se pierde en un aeropuerto!!!). Conozco las últimas tecnologías (en algunas estoy puesta y otras no me interesan). Me gusta el cine. En Ourense también hay teatro, auditorio, y un montón de oferta cultural.
Vivo en un pueblo y tengo inquietudes como todo hijo de vecino, por eso no me gusta que me subestimen, y menos por tener acento gallego.
No entiendo a la gente que nos etiqueta con la palabra pueblerinos. Nos tendrá envidia??. Además, las grandes ciudades están llenas de pueblerinos, pues no me creo yo que todos los que viven en Madrid (por ejemplo), sean madrileños (de los de Madrid de toda la vida).
A parte de vivir en una pequeña ciudad, yo vivo en una casa, con lo que gano en pueblerina, pero también en calidad de vida. Respiro todos los días aire puro y fresco. Escucho los pájaros por las mañanas (y algún gallo tocapelotas), también los grillos en las noches de verano. Desde mi casa se ven las estrellas, no existe contaminación que impida contemplar las constelaciones. Mi trabajo está a quince minutos de casa y a dos tengo a mis padres y a mis suegros.
A muchos les parecerá utópico, pero en casa (de mis suegros) tenemos nuestros propios productos de la huerta. Ni punto de comparación con los que se compran en el supermercado. Los tomates saben a tomates y los huevos colorean de naranja los deliciosos bizcochos caseros. Y eso no hay ciudad, ni hipermercado, ni mastercard que me lo pague.
Os aseguro que es un placer vivir en una casa. Es un placer vivir en un pueblo.
Pero claro, todo tiene un precio. Y de ahí el título de mi entrada.
Soy consciente de que estoy renunciando a escalar profesionalmente por quedarme en mi tierra. Aquí no tengo Oportunidades como en una gran ciudad. Sé que una mujer con mi preparación y haciendo lo que yo hago (incluso menos), en una gran ciudad tiene muchas más posibilidades de promocionar y, hoy en día, estaría viviendo muy cómodamente. Pero no es así. Y no sólo es mi caso. En mi empresa ya no puedo escalar más, me siento un poco limitada y ahora mismo me dá incluso rabia ver que tanto esfuerzo se queda en nada. Me dicen que no me puedo quejar, que ya gano más que la media (pero es que la media en esta provincia es una mierda!!!). Busco la forma y sólo encuentro la salida fuera de mi ciudad. Soy consciente, repito, de este es el precio (caro) que debo de pagar por querer tanto a mi tierra, y de que aquí, nuestro trabajo, no se valora como lo valorarían en una gran ciudad. Aquí nos faltan Oportunidades, sobre todo para Avanzar.
Por ahora no me quejo. Vivo bien. Tengo una casa (hipotecada, eso sí). Tengo trabajo (que ya no es poco), y una familia adorable. Ahhhh!!!Y vivo en un pueblo. Alguien dá más!!.
Por cierto, mi casa es la de la foto, si algún día pasáis delante de ella, no lo dudéis, parad que os invito a un café. Espero que con el tiempo esté todo ajardinado y acondicionado...