Recuérdame...

María cuida día tras día de su "bebé". Lo arropa todas las noches después de conseguir que cene lo poquito que queda en el plato. Por las mañanas lo asea, lo viste, lo peina y le echa su perfume preferido. Manuel sonríe como cada día, y, como cada día, le pregunta "¿porqué?".

Ella tararea viejas canciones, sus canciones, y, Manuel, embelesado, la observa, como si quisiera recordar aquellas noches en las que, juntos, las bailaban.

Por las tardes salen a pasear. Ella recuerda los hermosos atardeceres de otoño vividos y se los describe a Manuel mientras hacen, paso a paso, el mismo recorrido.

Él parece feliz. Por momentos está desubicado, pero, María, siempre a su lado, le hace recordar, lo hace sentirse querido, protegido. Pero... ¿y María?.

Una tarde, durante el paseo, y antes de llegar a casa, Manuel cogió a su esposa de la mano. Clavó su mirada en los cansados ojos de ella y con voz cariñosa le susurró... "María, eres tan hermosa..., eres maravillosa, me cuidas y contigo soy tan feliz... Creo que ya estoy casado, porque, de no estarlo, me casaría contigo ahora mismo o cúando tú quisieras".

María sonrió mientras una lágrima caía por sus mejillas. Se dejó abrazar por su amado y, juntos, prosiguieron el paseo.

Tristemente mi entrada de hoy no es una historia inventada. Es Real. Y, tristemente, esta realidad es más común de lo que quisiéramos.

Ana, princesa del guisante, con tu libro me has hecho recordar a mis protagonistas de hoy. Por eso, desde mi humilde blog, tambien quiero homenajear a esas personas que sufren, sin saberlo, la desgracia de no recordar. Y con ellos, a sus familias y cuidadores. Tomo mi cariño para ambos.